miércoles, 28 de diciembre de 2011

Menos yoes, más túes

Hoy, revisando facebook, email y recordando conversaciones, me di cuenta que todas tienen una misma palabra que se repite: yo!

Se entiende cuando decimos que vivimos en una sociedad individualista, marcada por los intereses egoístas, por el beneficio propio, y por el intercambio relacional (que muchas veces dista de ser una relación verdadera)

Y en lenguaje “cristianizado”… las canciones repiten una y otra vez, yo soy, yo quiero, yo anhelo, yo necesito… a mí, para mí… me…

Está bien, por supuesto que hay áreas en el ser humano profundamente personales (y ojo, no individualistamente individuales, “personal” de persona en su integralidad), donde solamente Dios puede trabajar. Sin embargo, parece que el discurso cristiano se basa en el YO.

Hace poco vi un afiche invitando a un campamento juvenil, llamado Yo Soy: yo soy sacerdote, yo soy hijo, yo soy rey… parece que olvidamos al que dijo: Yo soy el que Soy.

No es negativo, al contrario, reafirmar la identidad propia, pero a costa de qué… yo soy esto, porque no soy esto, dejando fuera inmediatamente un conjunto de posibles yoes, y lamentablemente, en la mayoría de los casos, tildándolos de inferiores a mi propio Yo.

Me gustaría ver y oír más túes… conocerte a ti (en el amplio espectro, al Ti tanto como al ti)… por eso me gusta esa canción …Se trata de ti (8)… refleja que el mejor modo de afirmar nuestra identidad (aunque esta frase me incomoda, porque me da la sensación de solidificar de tal modo que no deja espacios para posibles cambios), que olvidamos que nuestra identidad es tal, en relación siempre con otro.

Y no necesariamente con otro negativo (yo soy hijo del rey, los demás pecadores inicuos), sino primeramente en el gran Tú, y entonces, en todos los demás.

Soy quien soy por quien eres tú (ya sea Dios – el principal tú- , amigo, amado, vecino, enemigo).

Esto es doblemente complejo, porque no basta con afirmar la propio autoestima e identidad, sino que es necesariamente un trabajo de a todos. Si aprendiéramos que nuestro verdadero ser solo puede ser honesto y real en una relación con el otro, dejaríamos el yoismo, el egoísmo que nos impide mirar al otro a los ojos y decir: yo soy por quien eres tú, seas como seas, me haces más humano, te hago más humano, y nos volvemos más personas.

Yo soy por quien eres Tú, sin Tú, no sería yo… ¿qué otra “afirmación de identidad” necesitamos?

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