jueves, 19 de enero de 2012

Santos

"Me seréis, pues, santos, porque yo, el SEÑOR, soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos." Levítico 20:26
Este versículo es ampliamente usado para predicar lo que debe ser la vida del cristiano y del pueblo cristiano.

Lo primero que destacan en este texto es que la santidad es apartarse del mundo y su contaminación, para ser puro delante de Dios. Y este es el eje e interpretación más común y extendida del pasaje. Para dar firmeza a esto, se apoyan en el texto de 1 Pedro 1.16 “Sed santos, porque yo soy santo” sin embargo es interesante que Pedro edite el pasaje de Levítico y solo ponga la primera parte, omitiendo el “apartarse de los pueblos”.

En primer lugar, en el Antiguo Testamento el pueblo de Israel concebía la santidad como un apartarse de las naciones, como un exclusivismo. Sin embargo el plan era que las naciones vieran a Israel como ejemplo del corazón de Dios y conocieran así a Dios. Pero este tipo de textos de Levítico fue mal interpretado, y en vez de acercarles a las naciones, se sintieron únicos, especiales y puros, dentro de su burbuja y olvidaron que esta santidad iba acompañada de una misión “ser bendición para todas las familias de la tierra”.

En segundo lugar, Jesús reinterpreta estos pasajes. La pureza del cristiano, su santidad no consiste en apartarse del mundo, sino por el contrario vivir inmerso en él. En el Antiguo Testamento habían leyes estrictas con respecto a la comida, a los rituales de purificación corporal, a tocar cadáveres, a tocar mujeres en periodo de menstruación, leprosos y enfermos en general. Infringir las leyes no los volvían pecadores, pero si les quitaba su pureza, y los hacía menos santos. Sin embargo, Jesús rompe con todo esto. Para él, la santidad no se mide en lo que desde afuera infecta al ser humano, sino lo que brota del corazón. Y cuando lo que brota es amor y compasión, el cristiano comprende que debe vivir involucrado con todo aquello que “contamina”, pues ya no será contaminado por ello, sino que él mismo será un agente purificador.

Siendo así, en tercer lugar, el cristiano no debe apartarse de lo que contamina (o los que contaminan), sino justamente acercarse, ser amigo. Si su fe es firme, no tiene que temer, pues él mismo descubre la salvación de Dios (que está ya presente) donde va. Los intentos de santificarse apartándose de, solo muestran debilidad en la fe y en la identidad del cristiano, que necesita vivir en un getto para que su fe no tambalee.
El dicho “dime con quien andas y te diré quien eres” es absolutamente negativo. Usado para decir a los jóvenes “no tengas malas juntas”. Jesus les diría “ten malas juntas, lleva a Dios donde justamente lo necesitan, hazte amigos de los peores, no de los buenos, sino de lo más imperfectos”. Acercarnos no a los que en lenguaje cristiano comúnmente diríamos “son una bendición para mí”, sino aquellos para los cuales nosotros podemos ser bendición. Y lo más probable es que en ellos encontremos a Dios, y recibamos aun mayor bendición.

En cuarto lugar, toda referencia a la santidad, nunca es una referencia individual, sino colectiva. El pueblo de Dios es llamado a ser santo, en conjunto. Por tanto debe buscar vias y modos de ser de bendición para lo que han sido maldecidos, los postergados. Debe buscar la santidad en el servicio a los otros, y en especial a los "impuros" (enfermos de VIH, prostitutas, presos, etc.)

Finalmente, aunque todos se quedan con Leviticos 20.26, olvidan el capítulo 19 del mismo libro, en el cual la santidad significa algo bastante diferente. Comienza con la misma insgnia: seréis santos porque yo soy santo, y de ahí en adelante son cuestiones prácticas justamente en relación al prójimo, incluyendo al extranjero (distando mucho del “apartarse” como lo entendemos), a la viuda, el pobre, el defectuoso (sordos, ciegos); vale decir, todos aquellos que según los códigos de santidad y culto, debían ser apartados.

La santidad consiste en vivir de cara al mundo cumpliendo la misión de Dios en él, y no en su contra o a espaldas de.